Si tu voluntad no fuera mi delicia.

El día amanece gris, desmigado en infinidad de reflejos que se escapan por las grietas del tiempo.
Vivo alejado de estímulos e ilusiones mundanas. Solo queda en mí la certeza de la impermanencia y soy feliz contemplando la muerte del día. Entonces recuerdo los versos del salmista: “Si tu voluntad no fuera mi delicia, ya habría perecido en mi desgracia…” (Salmo 118).